martes, enero 23, 2007

El gato de mis pesadillas

La oscuridad del cielo era casi igual a la de la media noche, a pesar de que cuatro horas más marcaba el reloj. Las gotas de la lluvia se aplastaban fuertemente contra el vidrio, y éste último por tan retumbante sonido, hasta parecía de zinc. El sueño reinaba por su presencia y mis ojos se entrecerraban.

Puse demasiada atención al camino, pues el pavimento estaba enjabonado. El vidrio empañado y apenas notaba las líneas blancas del canal. Y si te confieso algo, siempre me sentí observado.

Un gato negro apareció de la nada en el camino, lo reconocí por las lunas amarillas de sus ojos. No le dí importancia porque se esfumó hacia El Guaire. La rareza fue luego, cuando unas luces en el retrovisor me cegaron de repente y me hicieron perder la concentración. El pavimento se movió como una alfombra y me llevó hasta el río, mis piruetas al volante fueron absurdas. Porque ahí estaba, ahora en una marea marrón y putrefacta. Las aguas me arrastraron unos cuantos metros hasta que por fin una piedra detuvo al carro y logré salir de él.

Me recosté en la baranda del río y yo estaba en shock. La lluvia no cesaba, el frío llegaba hasta mis huesos y divisé a lo lejos una silueta felina. Me quedé inmóvil y una luz roja e intermitente llegó a mi salvación. Los bomberos me atendieron y me llevaron a casa.

Mi cama estaba mojada de sudor, esas pesadillas que he tenido últimamente no me dejan dormir. Me desperté para hacer un té para conciliar el sueño. Y aunque estaba seguro de que mi carro estaba perfecto, fui a la cochera a revisarlo. Y para mi sorpresa parecía una lata de refresco aplastada. Estaba muy sucio. Un maullido me llevó a la parte trasera del auto. Allí estaba, el gato negro de mis pesadillas. Entonces entendí que aquel animal era tan real como el sueño que acabo de tener.